Crítica a «El Verano de Sangaile»

Amor, miedos, aventuras, fobias, descubrimientos, días de verano y sentimientos de ida y vuelta. Esos son los ingredientes que Alanté Kavaïté, la directora de El verano de Sangaile, ha elegido para explicar el momento vital de Sangaile (Julija Steponaityte). Una adolescente de 17 años que pasa el verano previo al último curso de instituto con sus padres, en una casa  perdida en la nada, dónde la única cosa que tiene al alcance es un aeródromo en el que se pasa las horas muertas fascinada con las acrobacias de las avionetas.

Es precisamente en el aeródromo donde aparece la coprotagonista, Austé (Aiste Dirziute), una camarera de 17 años que descubre el amor a primera vista nada más posar sus ojos en Sangaile.

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Poco a poco, encuentro tras encuentro, la vida de las dos adolescentes queda unida. Todo empezó el día de una exhibición aérea, en el que se encuentran frente a frente, cruzan cuatro palabras y comparten un cigarrillo. Es desde ese momento donde la imaginación de Austé y la desesperanza y el hastío que muestra la protagonista con su vida, hacen que juntas encuentren, una en la otra, el complemento perfecto para hacer que la fecha de ese verano sea inolvidable.

Sangaile, gracias al  apoyo de Austé, encuentra el coraje suficiente para dejar de autocastigarse y enfrentarse a su miedo a las alturas, lo que le llevará a perseguir su sueño de ser piloto de acrobacias. Austé, por su parte, consigue hacer realidad un amor lésbico en el que la directora no llega a recrearse demasiado. Síntoma de la normalización de la homosexualidad, o tal vez de la superficialidad con la que se abordan los sentimientos a lo largo de toda la cinta.

Esta obra lituana de 88 minutos puede que no llegue a ser la película del verano, pero aún y así no es tiempo perdido. La belleza estética de los planos y los recursos metafóricos que utiliza Alanté Kavaïté, como el vértigo que sufre la protagonista, en todos los sentidos, para ilustrar el momento de incertidumbre que coarta su vida, se convierten en la parte más atractiva de la obra.