Cuando el deseo traspasa la piel

Amor, ¿has vuelto ya del viaje? Yo estoy a punto de llegar a casa. No te imaginas lo que me apetece entrar por la puerta y encontrarte allí relajada, sonriente, con los brazos abiertos y tú boca esperando a la mía. 

Llevo todo el día con un deseo que me traspasa la piel. Desperté a las 6 de la mañana chorreando en sudor y feromonas y mis dedos supieron cómo llevarte hasta allí sin que estuvieras. 

Cerré los ojos y te imaginé tumbada a mi lado, desnuda, con sólo unas braguitas tapando ese manjar que me tienta siempre a beber de él. Y como yo ante las tentaciones tengo la batalla perdida… después de deleitarme el paladar con tu sabor, seguí dándote los buenos días como tanto te gusta, adentrando mis dedos en ti después de haberte dejado empapada, entre tu flujo y mi saliva.

Y aún dormida ibas abriendo las piernas para que pudiera tocarte bien. Suave primero, girando mis dedos, y acariciando y deslizando el pulgar sobre  tu clítoris. La maniobra perfecta para que acabases de despertar pidiéndome más guerra. 
Y justo cuando abres los ojos y me encuentras a horcajadas sobre ti, siento que algo me corta la respiración. No lo he visto venir. Estaba tan absorta en el calor de tu humedad que no te esperaba. Me encanta como sigues sorprendiéndome todavía. 
pexels-photo-193356
Siento un pinchazo de placer que me hace soltar un gemido de los que tanto te excitan. Tres dedos me dices y cojo aire para reponerme y darte uno de esos besos guarros de cuando estamos ya a mil. Ahora eres tú la que no se lo espera. Te devuelvo la jugada y gimiendo me agarras fuerte por la nuca tirándome hacia atrás del pelo. 

Ya estás desbocada. Las sábanas empapadas. Los dedos arrugados. Mis pezones pidiéndote a gritos que te recrees en ellos con tu lengua, y el corazón a punto de salírseme por la boca. Me pones tan cachonda que el día menos pensado perderé el conocimiento antes de correrme.

Estamos ya a punto de explotar,  pero sabes que aún es pronto para eso. Te agarro la muñeca y saco lentamente tus dedos de mí. Me encanta sentir como van saliendo poco a poco, mientras suena ese chasquido del flujo al rozar tu piel con la mía. Cojo tu mano y la llevo hacia mi boca para chuparte los dedos uno a uno, y después te agarro la cara con fuerza y te pego un lametón en la boca. Me encantan las miradas que me echas cuando te llevo hasta ahí, una mezcla de perversión y súplica que me encienden todavía más.

El juego sigue… te ato las manos sobre la cabeza y te torturo dándote besitos por todo el cuerpo, mientras te arqueas llevando las caderas hacia mí, pidiéndome más. Fóllame, me susurras al oído, como una auténtica perra en celo.  Y me refriego lentamente sobre ti hasta llegar a tu boca. Cómemelo, te digo y antes de acabar de pronunciar la palabra tu lengua ya se ha abierto paso en el río que corre entre mis piernas. Me muero del gusto y poco a poco me voy girando para acabar comiéndotelo yo a ti también. Acabamos encajadas, sudadas, cachondas, bañadas en flujo de arriba a abajo y lamiéndonos como animales. 

«Me corro nena, me corro», consigo decir con la voz entrecortada, pero aprieto el ritmo para que te corras tú primero, aunque sin éxito. De repente tenemos un orgasmo sincronizado de los que hacen historia y nos deja palpitando durante  cinco minutos.  

Acabamos besándonos y saboreándonos como si no existiera nada más que ese momento y nosotras dos.